Sunday, November 27, 2011

En la política del “Crimen Organizado”





La Venezuela del día después


Rafael Rivero Muñoz
Caracas, 25/11/11



“… El crimen hace iguales a todos los contaminados por él…”
Marco Anneo Lucano (39-65)


Introducción

Ya en múltiples notas hemos abordado aspectos puntuales del Para–Estado funcional que opera en Venezuela, cuando con insistencia expresamos que en materia de preparación y de toma de decisiones políticas en este período disque revolucionario, difícil se ha hecho y se hace cada vez más, distinguir y deslindar con nitidez, cuándo las decisiones y ejecutorias en el ámbito de la seguridad pública han respondido a las legítimas y propias a un Estado soberano y cuándo éstas –la preparación y la toma de decisiones–, no han sido más que variantes de un sostenido proceso político de acomodación y de severos ajustes disgregativos que, salvo prueba en contrario, específicamente se han implementado en función a los precisos efectos deseados por una claque política que responde indiscutiblemente a los intereses propios a la Industria de la Ilegalidad.

Un complejo de actividades humanas de modalidad y forma empresarial delictiva, que en su evolución por décadas y tenaz asentamiento, cuando no imbricación en el mundo de la política y la economía en Venezuela, ha demostrado ser fértil, diversificado, integral, multiforme y pluriproductivos y ya, definitivamente, de dimensiones globales y transnacionales.

Se trata de una dinámica político–económica–delictiva que en la era de la prohibición (1920/33) en los Estados Unidos, muchos autores y académicos norteamericanos analizaron y habrían logrado aislar desde mediados de la década de los cincuenta del Siglo pasado y que los medios de comunicación identificaron y difundieron bajo el genérico término de: “Crimen Organizado”.

“Crimen Organizado” que en media centuria y como derivado de la dinámica de la globalización, ha adquirido carta de identidad política propia, fuerza y poder con el uso indiscriminado de su capacidad letal y un movimiento económico y financiero propio en múltiples países en los cinco continentes.

“Crimen Organizado”


Antes de entrar de lleno es necesario complementar el concepto y dibujar sus complejidades, comenzando por un marco de referencia en dos seleccionadas y actualizadas síntesis del tema en la pluma de dos internacionalmente reconocidos estudiosos de esta modalidad de desempeños.

“… El ‘poder disgregativo’ utilizado, entre otros, por el crimen organizado, se manifiesta en una capacidad relativamente difusa pero efectiva de erosionar y derrumbar las instituciones sociales, económicas y políticas establecidas, mediante un conjunto de acciones desafiantes y violentas que ponen en evidencia las deficiencias e injusticias del Estado de derecho…

… Así, a través del poder ejercido por el crimen organizado se agudizan, superponen y retroalimentan múltiples expresiones de disconformidad y rechazo al régimen imperante, sin una ideología aparentemente precisa ni un proyecto hegemónico claro…

… La criminalidad organizada no pretende un cambio del sistema, sino su adaptación a los requerimientos de una clase plebeya en ascenso…” (Juan Gabriel Tokatlian 2.000)

Una actividad político–económico–delictiva:

“… determinada por la conformación –dentro y fuera de la región– de grandes mercados ilegales en los que se comercializan bienes y servicios como drogas, mercancías, vehículos, autopartes, sexo, armas, medicamentos o personas…

… Parte considerable de la población de todos los países latinoamericanos, sin excepción, consume este conjunto de bienes y servicios y acepta manifiestamente su provisión mediante dispositivos y circuitos ilegales…

… la criminalidad de alta rentabilidad económica ha convertido en actores estratégicos del mismo a los grupos de traficantes dedicados al tránsito, intermediación, distribución y colocación de los bienes y servicios comercializados en los mercados ilegales” (Marcelo Fabián Saín 2010)

Retrospectiva

No comienzan los hechos importantes en la acción y consolidación de ese complejo político–económico–delictivo, con la llegada al poder de Hugo Rafael Chávez Fría; éste sólo ha acelerado y consolidado el proceso hacia el control total.

Una ejecución continuada con un muy apropiado uso en los lapsos de lo que con el tiempo y en no menos de cinco décadas, sostenidamente gobierno tras gobierno, se había venido edificando sobre el invariable y sostenido incremento en la capacidad de penetración y de control de entornos; acotando que más que sobre las individualidades siempre cambiantes en los cargos públicos, sobre algunas seleccionadas posiciones claves y permanentes en la estructura funcional del Estado, tanto para la preparación como para la toma de decisiones y su seguimiento.

La presencia y la acción del Crimen Organizado en la comunidad venezolana, en sus habilitados aunque incipientes acomodos políticos, comenzarían desde bien temprano y a principios de la década de los sesenta.

Quizás una de las primeras piezas del juego, habría sido colocada en el lugar y en el momento preciso de esto que después, desde la óptica de la investigación criminal de la Industria de la Ilegalidad, podría ser asumido sin temor a exageraciones, como el muy particular principio de esta secuencia en la historia criminal de muy alto nivel en Venezuela.

Dos momentos claves

El primero cuando Carlos Andrés Pérez (CAP) llega por primera vez a una posición de gobierno, como ministro del Interior (MRI) de Rómulo Betancourt y arrastra consigo a su sempiterno jefe de seguridad, el natural cubano Orlando García Vásquez; un policía cubano quien durante el exilio de CAP en la isla, le había sido asignado por el gobierno de Carlos Prío Socarras y que cuando éste es derrocado por Fulgencio Batista, ambos viajan como exilados a Costa Rica.

En aquel momento Orlando García Vásquez es a su vez nombrado por Carlos Andrés Pérez, como cabeza de una unidad especial de seguridad en la recién fundada Dirección General de Policía (Digepol) bajo la dirección de Erasto Fernández; desde ese mismo principio de las actividades, la nueva policía quedó de hecho dividida en dos pedazos; una, la pública y operante en funciones de seguridad del Estado y la otra, la de las “Operaciones Especiales” que respondían exclusivamente a las órdenes de Orlando García Vásquez.

Desde esa privilegiada posición para la preparación y la toma de decisiones de seguridad con aval tácito del MRI, para ampliar, consolidar y ejercer su poder, Orlando García Vásquez comienza a prospectar, contratar e importar desde Cuba y desde USA, a varios de sus connacionales a quienes endilgaba el epíteto de “Expertos en Seguridad”; cabe a tenor recordar, entre quienes se contaron Ricardo Morales Navarrete alias “Mono Morales”; Gabriel García Montalvo alias “Mike Cabot”; Luis Clemente Faustino Posada Carriles, alias “Bambi” y “Basilio”; traficantes de armas y de heroína y de cocaína.

Los hechos han sido registrados por la historia y han quedado suficientemente sustentados en cuanto a los estrechos vínculos existentes desde aquella remota fecha, entre Orlando García Vásquez y quien luego del triunfo de la revolución, asumiría el poder en Cuba, Fidel Castro Ruz.

Evidencias suficientes existen sobre la comunidad de intereses entre los dos citados cubanos, hasta el punto de que el manejo de los asuntos venezolanos con la Cuba revolucionaria de aquel momento estaban en manos de Orlando García Vásquez.

Así quedaría confirmado y registrado en la primera visita de Fidel Castro Ruz a Venezuela y luego de la ruptura de las relaciones diplomáticas dispuestas por Rómulo Betancourt, cuando todo el desplazamiento, alojamiento, transportación y toda la seguridad física de instalaciones y personal de Fidel Castro Ruz y su amplia comitiva, quedó, a petición expresa del propio Fidel Castro Ruz, en las excluyentes manos de Orlando García Vásquez.

El segundo, el momento en que por expresas decisiones políticas circunstanciales se consolidaron las posiciones de los múltiples Operadores Abiertos, otros “Agentes en Cubierta”, los “Agentes Durmientes” y otros personajes de esta incipiente estructura que hoy, cincuenta años después, se yergue impertérrita tanto como origen y como soporte del Crimen Organizado en Venezuela, y lo ubicamos cuando gana las elecciones el socialcristianismo (Copei) y los socialdemócratas (AD) le entregan el gobierno en 1969.

En uno de los actos de cobardía política de mayor trascendencia para el futuro del país –tanto que al titiritero Fidel Castro Ruz en aquel momento le garantizó la continuidad y sostenibilidad en el desarrollo de su proyecto bélico–, los socialcristianos trospaterrados por las capacidades de fuego acumuladas por los naturales cubanos durante el gobierno saliente y sus vínculos con los grupos terroristas supuestamente contarios al gobierno de Cuba, deciden negociar un entendimiento entre el gobierno de Venezuela y los representantes de los cubanos en el exilio.

Es así que, Remberto Uzcátegui Bruzual jefe de la Oficina de Asuntos Especiales del MRI, selecciona contactos cubanos y entra en conversaciones a finales de 1968.

A cambio de las garantías de que los dirigentes del exilio cubano, dentro y fuera de Venezuela, no atentaran en Venezuela, USA y cualquier otro país, en contra de los intereses de Venezuela y los propios a la vida y propiedades de sus nacionales individualmente considerados, el gobierno de Copei, entrante, les garantizaba a todos los naturales cubanos, en Venezuela y Estados Unidos, mantener la totalidad de los privilegios de los cuales disfrutaban en el gobierno saliente; incluidos los salarios, viáticos y otras prebendas económicas directa e indirectas; conservarían en cubierta las posiciones en los órganos de seguridad, incluyendo en ello la armas, municiones y otros equipos bélicos, credenciales, placas, vehículos y bases desde donde habían y estaban operando.

Es así como se benefician de tales acuerdos los ya nombrados traficantes de drogas Ricardo Morales Navarrete alias “Mono Morales”; Gabriel García Montalvo alias “Mike Cabot”; Luis Clemente Faustino Posada Carriles, alias “Bambi” y “Basilio”, por mencionar sólo algunos.

El último de los nombrados sería conocido en los medios como el “Comisario Basilio” y llegaría a ocupar la jefatura de la División 51, Contrainteligencia en la nueva organización que sustituyo a la Digepol, la DISIP.

De ese cargo saldría Luis Clemente Faustino Posada Carriles, alias “Bambi” y “Basilio”, por voluntad propia y para fundar una empresa privada de investigaciones en sociedad con uno de los directivos socialcristianos de los dos cuerpos policiales civiles de investigación criminal y de seguridad de Estado (PTJ y DISIP), José Gabriel Lugo Lugo; y es precisamente, de las oficinas de esa empresa privada ubicadas en la urbanización Las Palmas en Caracas, desde donde se coordinaría todo el complejo de actividades que culminarían con la voladura del avión DC–8 de Cubana de Aviación el 06/10/1976.

Posteriormente encontraremos a Luis Clemente Faustino Posada Carriles, alias “Bambi” y “Basilio”, en Centro América en las operaciones de intercambio de pertrechos militares por cocaína en la famosa operación del coronel Oliver North y como uno de los operadores vinculados al avión cargado de cocaína y piloteado por el norteamericano Hensefuss y cuya difundida fotografía en una pista en Cuba, muestra al luego fusilado general Arnaldo Ochoa Sánchez inspeccionando la carga.

La política de las drogas y las drogas en política

Ya en múltiples notas hemos apuntado algunas de las incidencias del negocio del tráfico de drogas, cocaína en especial, en Venezuela y sus cada vez más elevados contactos y penetración en el mundo de la política y de los políticos y hasta el punto de poder afirmar que en el lapso contemplado en este comentario, la máxima expresión material de los mecanismos de apoyo, soporte y complicidad, que hasta 1999 se habían mantenido a una distancia no mayor a los quinientos metros lineales del Palacio de Gobierno, sin embargo hoy, como queda en los hechos establecido, ya ocupa posiciones al interior mismo de Miraflores y muy a la mano tiene tanto los mecanismos de preparación como los de la toma de decisiones.

La colonización

Para cualquier observador imparcial resulta en extremo difícil asimilar, cómo un país y una comunidad política cercana a los treinta millones de seres, se ha constituido en el primer país en el mundo y quizás en la historia conocida, que ha abdicado su soberanía y se ha entregado mansamente, sin reacción ni protesta efectiva alguna, a otro país.

Pero no a cualquiera sino a un país cuya correlación de capacidades resulta inmensamente inferior: Colonizado y controlado por un pequeño país con un territorio que le supera supera ocho veces en superficie; en dos coma seis veces en población y en uno coma tres veces en ingreso per capita.

Incomprensible cierto, si no se hurga en los precedentes y se miden los efectos de la perniciosa habituación a ese inicial y desfasado “Sistema de Conciliación de Élites” (Juan Carlos Rey); el mismo, donde expresa y criminalmente operaron las élites a su albedrío, distorsionando lo político y la política en un impertinente y dañoso juego de las variables de un imaginario triángulo: Política–polémica–policía.

Anularon la polémica en beneficio de una conciliación por la impuesta ausencia de controversias públicas y con ello y sobre ello, pretendieron cimentar la protección del gobierno, del sistema y de la democracia, mientras desequilibraban la base de ese imaginario triángulo e inestabilizaron por ende toda la estructura del poder político en Venezuela; disfrutando sólo de las apariencias, de los signos exteriores de poder puesto que se negaron a su ejercicio y todo se sometió a sólo dos de los vértices del triángulo:

Política y policía. Cuando la polémica se abandona, se evita, se restringe y no es el ámbito de la política, sólo puede ésta sobrevivir amparada y soportada en la policía.

Es así cómo en cuatro décadas y bajo la mirada y la nariz de una acomodada, parasitaria y depredadora élite política, económica, intelectual, religiosa, militar y social, todos absolutamente incompetentes para comprender y proyectar los peligros de ese juego y la magnitud de los problemas en el mediano y largo plazo, y por tanto, del futuro que de ello derivaría.

Sobre ello se construyeron y consolidaron las determinantes de ese disfrute de los signos exteriores de poder que ha distinguido la política y lo político en la Venezuela de las últimas cinco décadas: a) La evasión al conflicto, b) la ley del menor esfuerzo y c) la ausencia de rendición de cuentas.

Sobre esos escombros de la política, la cobardía, oportunismo y fatuidad de los políticos, más de un “Caballo de Troya” del Crimen Organizado, otrora entrenados, condicionados y controlados por Fidel Castro Ruz, y el primero de ellos, bajo su dirección llegó, bajo su égida se mantiene y bajo el control de sus herederos, pretende mantenerse en Miraflores.

Así, una pequeña Cuba y en esas cinco décadas, la del “revolucionario” Fidel Castro Ruz –quien ya cadáver insepulto y antes de desaparecer de la escena definitivamente–, lo logra sobre un largo, sostenido y continuado desempeño bélico dentro de una modalidad perfectamente ajustada a sus habilidades y capacidades.

Modalidad bélica que hoy le permite al gobierno de Cuba y a los sucesores contar con incondicionales operadores y representantes de sus intereses, en cada uno de los poderes del Estado formal; en el Ejecutivo, en el Legislativo, en el Judicial, en el Moral y en el Electoral; tanto, como para coronar, sustentar y garantizar a futuro este vigente control político, económico y militar sobre Venezuela, y en teoría, independiente de cual sea el inquilino de turno en Miraflores.

Como ha quedado comprobado en ello, y sin disparar un solo tiro, ha logrado Cuba la potencial diversificación de las fuentes de ingreso que la mantenga con vida: Allí está Guyana y la secretamente teledirigida libertad con la que opera en la concesión de licencias a empresas extranjeras para la explotación de recursos naturales en la zona en reclamación del Esequibo; en términos precisos para Venezuela, otra severa pérdida territorial de la cual pocos o nadie se ocupó ayer, menos se ocupa hoy.

Conclusión

Queda por los hechos sustentado, indubitable resulta el absoluto fracaso de la élite política, económica, intelectual, militar y social, sea de izquierda, de derecha, de centro, de un lado o del otro lado y hasta del otro lado; la Venezuela de un día después de las elecciones del siete de octubre del 2012, salvo que reaccionen quienes aún les quede un resto de ciudadanía y emerjan de sus entrañas, las ideas, los conceptos, las funciones y las voluntades políticas que la recuperen como sociedad moderna, Venezuela quedará por el resto de la vida de una a cinco generaciones, presa, sujeta, amarrada y controlada por y en, la política del “Crimen Organizado”.

Lo sorprendente es que la política y los políticos, precandidatos o no, aún persistan en jugar ingenuamente en el territorio de la démodé conciliación con los representantes de las viejas y acobardadas y ahora con las nuevas agresivas élites incorporadas, sin que hayan comprendido y asumido aún –por la ignorancia, conveniencia y cobardía y del cambiar todo para que todo siga igual–, que la contienda se juega precisamente en un terreno donde no es posible jamás conciliar con los representantes de un gobierno extranjero y sus agentes y operadores; gobierno que nos ha colonizado y pretende aún mantener en sus manos, en su beneficio y por los medios que fuere, el control de los recursos económicos de su conquistada colonia.

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