Rafael Rivero Muñoz
Caracas, 11 de junio de 2010
Comentarios preliminares sobre nota recibida y publicada ésta originalmente en: http://www.cecilioandrade.es/psicologia/%C2%BFespiritu-guerrero-%C2%BFque-es-eso/
Estimado colega
Gracias por su envío y paso a comentar.
Sobre el espíritu del guerrero y su más común expresión o imagen, la del héroe, desde la óptica del policía y para el policía, mucho cuidado ha de tenerse tanto en el tratamiento del tema, como en la difusión de las particularidades desde ese muy específico ángulo de la guerra, puesto que ayer, hoy y siempre, recordemos: Policía no es soldado.
Y eso viene determinado por una de las responsabilidades más importantes y trascendentes para el ejercicio de la jefatura técnica, de línea, media y superior, de un cuerpo policial, independiente de su especialidad.
Y quizás, a veces, una de las singularidades más ignoradas, cuando no irresponsablemente desconocidas, o no tomadas en cuenta a tiempo y antes de una tragedia: Las condiciones culminantes que existen en la radical diferenciación que debe ser consolidadas e imponerse entre la indiscutible tarea extraordinaria de un soldado en el campo de batalla y la propia, común, regular y diaria de un policía en la sociedad.
Una diferenciación radical que existe y se debe mantener aún en y para el tratamiento de las condiciones, también extraordinarias, de máxima tensión en la sociedad, y de los derivados de momentos de real o potencial violencia letal.
Detallemos
El soldado como es sabido, actúa en función del enemigo y en ello es su vida o la de ese enemigo que tiene en frente la que está en juego, en contraposición, el policía –por ordinaria o extraordinaria que sea la situación– no tiene ni puede considerar a ningún integrante de la sociedad, así sea el más peligroso de los delincuentes, como su enemigo.
Vale acotar en este punto, que eso del “Enemigo Público”, señalamiento sujeto a un caprichoso ranking por números, no es más que un dúctil artificio en manos de la política y de los políticos, especialmente los incapacitados, temerosos o cobardes frente a los problemas de la violencia y de la inseguridad ciudadana, y uno también, muy apropiado para y acorde a los grandes titulares de prensa.
Señalemos
Independientemente de las condiciones, del ambiente y de las conductas a las que deba enfrentarse, no es como enemigo que el policía asume y debe tratar una determinada situación, aún de vida o muerte; en los extremos, dado el caso, está en una situación de peligro frente a un oponente que amenaza su vida y la de otros ciudadanos y a quien debe y tiene como tarea, despojar del instrumental y medios de peligro y de sus posibilidades y capacidades letales, para neutralizarlo y someterlo a custodia.
Aún en esas condiciones, el policía debe percibir, juzgar en el sentido táctico, decidir y ejecutar su acción en función de la seguridad propia y la de los ciudadanos del entorno; la determinación de las responsabilidades sobre la conducta del particular en riesgo y como riesgo letal, corresponde sólo y exclusivamente a la jurisdicción.
Refiramos
Por tanto, no solamente el policía no ejerce ni podrá ejercer jamás el papel del soldado en un campo de batalla, tampoco está llamado ni puede jamás ejercer las propias al juez; su capacidad y responsabilidad como policía en el juzgamiento de una situación determinada, está limitada a las acciones necesarias a aislar el peligro del conjunto de ciudadanos, evitar el propio, tomar el control del instrumental para neutralizar la capacidad letal disponible, y someter, en los extremos físicamente, al causante o autor de la amenaza, y tiene además el policía sobre sus espaldas, la ineludible obligación de rendir cuenta detallada de su acción, tanto frente a sus superiores en principio, frente a los medios, a la opinión pública y en los extremos, en audiencia pública, frente a un juez y como respuesta a la interpretación, acusación o demanda de terceros.
Reforcemos
El soldado opera en un declarado teatro de guerra y su enemigo está suficientemente diferenciado, se distingue, al menos en la guerra convencional; el policía por el contario opera en un medio público donde viven, transitan y comparten civiles desarmados, no diferenciados entre sí, ni posibles de distinguir de potenciales oponentes entre ellos o en referencia al policía.
Una de las escenas comunes que hoy son difundidas por los medios de comunicación son los detalles de una modalidad de guerra, la de cuarta generación. Nos presentan a soldados en zafarrancho y en plena operación de combate en ciudades abiertas, no declaradas oficialmente como teatros de guerra, y en medio de una población civil no beligerante; enfrentados esos soldados a enemigos suficientemente armados, no conocidos ni diferenciados de la población civil, ni tampoco identificados con uniformes; pero esa particularidad sería un tema distinto –para militares por el lado de la guerra, su especialidad, y para policías por el lado de la seguridad pública, su misión¬– y que de ser de interés podría eventualmente ser abordado en otro momento.
El por qué
Contra el enemigo del soldado no existe sino una sola respuesta en el campo militar, la muerte, el exterminio, la eliminación física de los enemigos y la neutralización absoluta de su equipamiento y de las capacidades individuales y colectivas de daño involucradas en la acción, en el momento y el área física de la operación, y esa no ha sido, no podrá ser ni será jamás, la misión del policía.
Recordemos que el soldado desde que es seleccionado y entra en el cuartel para su entrenamiento, lo primero que sufre son los derivados de la anulación de su voluntad; todo un proceso de rápido o acelerado condicionamiento físico y mental –a lo Pavlov– que tiene como fin convertirlo en simple objeto para el uso de otros, y tiene que ser así puesto que no puede ser de otra forma la constitución de un ejército para la guerra, y ello es y debió ser así, desde que la comunidad humana organizada en tribus, debió diferenciar y especializar a una parte de sus miembros para el combate contra los enemigos y por la subsistencia de esa comunidad.
Tanto que
Ese mismo individuo objeto, el soldado, si permanece en el servicio y se hace profesional militar, pasará no menos de 25 años en esa particular condición de objeto, y un objeto no piensa, y eso, por razones eminentemente técnicas y de desempeño, es lo que no le está permitido hacer a un soldado.
Esta negativa técnica a pensar y tener un propio criterio, persiste y debe persistir mientras forme parte de las unidades de combate a ser desplazadas al campo de batalla y esto, hasta que un día cualquiera, llegado el momento del ascenso ya cercano al quinquenio final de su carrera, su superior o algún otro, le pone unos galones en los hombros y a partir de ese momento, le piden y se le ordena aún, un comportamiento de sujeto, tiene que discernir, interpretar y pensar.
Menuda tarea de adaptación para alguien con 25 años continuados como objeto y luego, el resto de los 5 años de carrera que le quedan debe convertirse, por propia capacidad, iniciativa y condicionamiento, en un proyecto de sujeto; pocos lo logran.
La diferencia desde todo punto de observación
Lo que distingue al policía, es precisamente que tiene que observar, discernir, interpretar y pensar, puesto que, precisamente, es en base a sus capacidades y habilidades para ello que podrá permanecer en el organismo policial, ser eficiente y hacer una carrera con perspectivas de éxito.
La nota
Partiendo de estas iniciales consideraciones, entremos en el tema de la nota que comento.
Posiblemente se pueda estar radicalmente errado en el enfoque del tema planteado en la nota y que se tarda bastante en digerir y responder, no por ignorarla sino por entenderla y atenderla con la debida propiedad, y partiendo del criterio de que lo que se escribe, escrito queda, y desde el momento en que ya se colocas en un medio de difusión abierto, se ha de estar dispuesto a escuchar argumentos en contrario y sustentar la respuesta y argumentarla en cualquiera fuere el momento y la circunstancia.
Por ello
Suelo no adoptar esa perspectiva del héroe como ángulo de observación de la determinada y determinante conducta de un hacedor, de una persona de ideas y de realizaciones, de objetivos y de metas en corto, mediano y largo plazo; en fin, de un individuo dado a asumir los riesgos, a aplicar el esfuerzo y el tiempo necesario en función de los retos que de ello derivan, y dispuesto a rendir cuenta de sus actos y de los resultados ante cualquiera fuere el auditorio, interlocutor o la misma jurisdicción.
Complejo y complicado
Todos son factores propios a una tan compleja y tan complicada actividad como lo es la de policía, aunque pocos son en verdad, dentro y fuera de la policía, especialmente quienes viven y hacen de la política su actividad, los llamados a percibirlo e interiorizarlo: Cuestión de intereses propios y personales y por aquello de que pensar, duele.
No estaba errado Adolfo Hitler cuando afirmó en el calabozo mientras escribía Mein Kampf: “… A nadie le gusta pensar, le gusta que le den todo pensado…”
Observación
Mi primer punto para mi comentario, viene determinado por un factor que aunque ajeno en principio a la voluntad del afectado, bien pudiere afectarlo y rápidamente hacerlo presa fácil de condicionamientos dirigidos y que sin que lo perciba, más temprano que tarde, irremediablemente lo sientan en la silla de los acusados, y lo hace potencial beneficiario de una sentencia condenatoria.
Conducta
Observemos el asunto desde el punto de vista de esas condicionante externas en la conducta del policía.
Una de ellas y quizás la de más rápido y difundido efecto, los medios de comunicación; antes era una prensa escrita y de lenta reacción si se quiere, por lo menos doce horas y con imágenes fijas; ahora acelerada y al segundo por la capacidad y rapidez con que manejan la difusión de las informaciones y noticias los medios de comunicación, y en este caso, con el uso de imágenes en movimiento y testimoniales directos sobre el mismo terreno de los hechos y de boca de víctimas, testigos y los sempiternos “expertos”; más los espontáneos que nunca faltan.
Vocablos
Siempre he visto y he interpretado como semejante y de cuidado en la conducta humana, las resultas de tres definidos y contrapuestos términos: Héroe, víctima y cobarde.
A veces es hasta difícil discernir en determinadas situaciones vivida por otros, si ante lo que estamos es frente a los resultados de un acto de heroísmo o por el contrario, uno de absoluta cobardía.
Guerra
Las experiencias de las guerras, plenas están de ejemplarizantes situaciones a este tenor.
Cada situación y momento de esta dicotomía héroe víctima, héroe cobarde, normalmente se juegan en momentos muchas veces fugaces tanto para afectados como para observadores sobre el terreno, y en condiciones bastante difíciles de reproducir luego por otros, y en frío para poder calificar y no digamos ya juzgar.
Policía
Apreciemos que lo que un policía medianamente entrenado, a veces sin entrenamiento o ya caduco éste, fuere por la data de su última presencia en una aula o campo, fuere por obsolescencia o vencimiento o inadaptación del equipo, o hasta por situaciones de violencia que jamás habían sido imaginadas, pesadas y pensadas suficientemente; analizadas en el comando de la unidad o jefatura policial, y transmitidas las instrucciones generales para el tratamiento.
¿Sobre quién recae la responsabilidades por los resultados?
Seguramente sobre el eslabón más débil de la estructura, el propio policía involucrado en la decisión y en la acción.
¿Cuántos jefes de línea han estado y están dispuestos y con capacidad para que ello no sea así?
¿Cuántos en el caso de los jefes intermedios?
¿Cuántos del estamento superior se arriesgarán y arriesgarán sus posiciones en función de apreciar y estudiar los correctivos en los procedimientos, equipos y actualizaciones de entrenamiento?
Rápido, fugaz
Un policía quien frente a una situación de ese tipo y que en la preservación de su propia vida o la de terceros debe identificar, absorber, resolver y actuar en fracciones de segundos; luego, cuando por las razones que pudieren ser alegadas, debe presentar cuenta de los resultados no frente a sus superiores solamente sino ante un tribunal, donde el asunto se mira y debe ser observado totalmente en frío y desde otra perspectiva.
Pausado y en calma
Allí y en ese momento, los miembros que identificarán, absorberán, apreciarán y juzgarán, en individual o en colectivo, se toman su buen tiempo, no tienen apuro alguno, antes por el contrario; pero lo que si tienen presente, es la presión de los medios, de la opinión pública y de las víctimas, y en los extremos, la de los propios representantes del Ejecutivo frente y como derivado de un escándalo político.
Entonces
¿Cuantas veces un acto de heroísmo no es más que una reacción suicida o de cobardía que salió bien para el ejecutante, puesto que quedó vivo?
¿Cuántas otras donde un acto de heroísmo al salir mal el desempeño, hace del ejecutor una víctima o un criminal?
¿Cuántas otras donde un pretendido acto de un tipo, en sus resultados refleja más uno de cobardía?
Dos ejemplos gráficos que me permito reseñar, uno de muy reciente data y ocurrido en un país y sociedad muy cuidadosa y respetuosa de los derechos del ciudadano; el otro, el de un país donde la organización social aún no supera las condiciones impuestas por el caudillismo y hasta de atavismos tribales en algunos momentos.
En ambos se señalan con propiedad la trascendente gravedad letal de algunas confusiones sobre las que hemos discernido:
1. Algunas particularidades de un evento atendido por la Policía de Detroit, Michigan, USA.
Cuando en mayo de este año, una comisión de las Fuerzas Especiales o Swat, en busca de un presunto asesino, allanan una residencia y en un procedimiento que se observa a todas luces aparatoso, fuera de normas, de dos disparos, uno desde la puerta de entrada y otro desde afuera y por una ventana, hieren mortalmente a una menor de 7 años que dormía en un mueble de la sala principal.
Dos circunstancias han de ser señaladas. Primero, la comisión se hizo acompañar de las cámaras del noticiero local y luego de los disparos y la muerte de la menor, no solamente tomaron a ésta sin el menor cuidado atención a las heridas o lesiones, y sobre el hombre de uno de los policías, el autor de uno de los disparos, la sacaron del área de los hechos; más aún, según los testimonios de la abuela de la menor, la que estaba parada frente al policía que había reventado la puerta de entrada, acusaron a ésta de haber atacado al policía, razón por la cual habría disparado.
A sabiendas por algunos olvidada o ignorada por otros, de que todos los sucesos estaban registrados por la cámara e impresos en una cinta del noticiero local, el mando de los policías destacados perdió el control de la situación, trataron de modificar los hechos, de borrar evidencias y de modificar la escena del hecho. (http://www.myfoxdetroit.com/dpp/news/local/attorney-geoffrey-fieger-files-lawsuit-in-death-of-aiyana-jones-20100518)
Un detalle que sale a la luz, se refiere al hecho de que el máximo jefe de ese cuerpo estaba en período de vacaciones y el mando estaba, al parecer, en manos de su segundo.
La presencia de las cámaras del noticiero local, convocadas al efecto, nos permiten especular sobre un ángulo que quizás no sea tratado en el juicio penal, pero que si lo deberá ser, en la investigación administrativa de la operación, y se resume en el hecho de que, de existir en el momento de los eventos las posibilidades de una nueva elección de la jefatura policial, lo determinante en el asunto, gira alrededor de candidaturas y juegos políticos; esos juegos que siempre han dejado una estela de muerte y fracasos en la labor de la policía.
2. La experiencia en la policía de investigación criminal en Venezuela
Cuando en el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez (1974/1979), por órgano de su Ministro de Justicia Juan Martín Echeverría, cedió a las presiones de los intereses particulares de miembros del partido en el gobierno, Acción Democrática (AD) y nombró como director a Manuel Molina Gásperi, en ese mismo momento, ambos Pérez y Echeverría, emitirían y firmarían –uno por ignorancia el otro por cobardía– la sentencia de muerte de toda la labor que hasta ese momento habrían realizado en forma sostenida y en cuarenta años un sinnúmero de hombres y de mujeres como herederos directos de la escuela policial venezolana nacida por decreto presidencial en el año 1.936.
A partir del nombramiento del abogado Manuel Molina Gásperi como director de la PTJ, se activó o reactivó lo que venía haciendo tanto como subdirector y como director encargado.
Para aquellas, dos estímulos públicos le habían señalado a Manuel Molina Gásoeri un rumbo; el primero, una película de John Waine quien como policía, destacado en misión en Inglaterra y haciendo uso a lo vaquero de una nueva arma automática en el mercado, la Ingram, brindaba las sempiternas escenas heroicas a lo Hollywood.
Precisamente, la misma arma a la que en una reunión de alto nivel del partido de gobierno, habría hecho especial y gráfica mención Manuel Molina Gásperi, cuando meses antes de su nombramiento fuera interpelado y como respuesta a la pregunta sobre el problema de la inseguridad.
Es decir, el hecho puntual a señalar en el comentario que nos ocupa, es que la política, los políticos y los líderes del partido de gobierno en turno, estaban en perfecta cuenta tanto de las idioteces de su candidato a director de policía, como de los derivados potenciales en caso de ser designado en ese cargo.
El segundo hecho condicionante de las idioteces del directivo policial, la nueva serie de TV norteamericana sobre las habilidades y operaciones extraordinarias de un nuevo equipo policial que iniciaba sus actividades en algunos órganos de policías norteamericanas: Los equipos SWAT, por referencia a las armas y las tácticas especiales puestas en práctica.
Quienes tuvieron la oportunidad de visitar al director Manuel Molina Gásperi en su oficina de la central policial, lo primero que notaban, y común por cierto a otros directores policiales en sus despachos, era un fusil de asalto con mira telescópica, cargador y demás aditamentos incorporados y que reposaba a la mano del director y sobre las dos desplegadas patas delanteras y el extremo inferior de la culata.
Basta para un observador imparcial, ese sólo detalle para entender a primera vista, a qué personaje se tiene en frente, y cuál es punto débil y podría ser el ángulo de explotación y de la argumentación en un caso dado.
Los excesos y desafueros el recién dinamizado equipo Gato –Gato era y no por casualidad, precisamente el seudónimo de familia de ese director–, Grupo de Acciones Tácticas y Operaciones, no se hicieron esperar.
Creado para supuestas acciones especiales de policía, tanto en lo interno del organismos, en su relación con otros cuerpos como en especial en su presencia y actividad frente a la ciudadanía, se hicieron presente a diario esos actos de violencia gratuita y hasta que, culminaron el año siguiente con el asesinato del abogado Ramón Carmona Vásquez cuando, pretendieron detenerlo y someterlo a custodia.
Se trataba de un hombre de más de 110 kilos a quien pretendió someter de sorpresa la comisión del grupo Gato, y quien se les zafó de las manos a los dos funcionarios que iniciaron la acción; funcionarios quienes con todo el aparataje de equipos sobre su cuerpo, ametralladora incluida, no pudieron mantener el agarre y control y al zafarse, un tercer miembro Gato que estaba frente a la víctima, con una Ingram 9mm en las manos –incorporado un cargados con 30 tiros, montada y sin seguro–, frente a la reacción de la víctima, apretó el gatillo y lo barrió con una ráfaga de abajo hacia arriba.
De inmediato y frente a los hechos, todo el grupo Gato abandonó la escena, abordaron el vehículo y salieron en rápida huida.
El asunto, ya del dominio de la opinión pública, se complica a medida que avanzan los días y las informaciones en los medios. Quedó en evidencia que el objetivo de la Operación Especial del Grupo Gato, se circunscribía a los intereses crematísticos del director Manuel Molina Gásperi y su entorno, referido ello a un documento oficial italiano que, según las informaciones obtenidas del control telefónico del abogado, le había llegado ya a la víctima y donde quedaba demostrada la vinculación documental de un maletín robado a un representante de la Mafia italiana, con las negociaciones por unos terrenos en la isla de Margarita donde al parecer, existían a su vez vínculos de negocio con la secretaria privada, y algo más, del presidente Carlos Andrés Pérez, ambos en funciones.
Conclusión
No se pretende en lo absoluto modificar o condicionar los criterios expuestos en la nota objeto del comentario, muy ilustrativa y de muy agradable lectura, pero también, y en función de la actividad del policía, de muy delicada, precisa y obligada consideración.
Por experiencia propia de no menos de cincuenta años de patear este escabroso y espinoso terreno de actividad humana, tanto como funcionario de policía como en la actividad del hombre de seguridad privada, pero sobre todo, como ciudadano; ese quien en definitiva es el directo beneficiario o la providencial víctima inevitable de la confusión de roles institucionales de una y otra actividad, la militar y la policial.
Baste para asimilar el contexto político, el social y el profesional del asunto, dos de las imágenes que en mis tiempos de instructor de policía, planteaba y hacía discutir en los cursos de entrenamiento a los participantes.
De lo complejamente delicado de la tarea del policía, dos imágenes:
a) Al policía se le pide que entre de cuerpo entero en una letrina, limpie la letrina de los desechos orgánicos, lave y hasta pula las paredes en silencio, y luego de terminada la sesión de trabajo, salga de la letrina completamente limpio, sin manchas ni malos olores, y que ni siquiera en lo personal, su propia pituitaria conserve partículas de lo que la excitó durante la labor, los restos de la actividad.
Pero es que los restos con los que se trabajan en el caso del limpiador de la letrina, son desechos orgánicos que pueden ser eliminados, desintegrados por cualquier método, incluso desaparecidos por la vía de químicos, mientras que la tarea del policía en la sociedad, a semejanza del ejemplo de la letrina, si bien debe trabajar sobre los desechos, esta vez no los puede destruir, ni desintegrar, ni desaparecer puesto que son seres humanos, y hasta debe y está obligado por ley a respetarle condiciones y derechos intrínseco a esa condición; debe en los extremos, someterlos, dominarlos, confinarlos y entregarlos individualmente a un sistema de justicia que será, en último caso, el encarado de las decisiones y del proceso subsiguiente, eliminación incluida en el caso de las sociedades donde aún existe la pena de muerte.
b) Tantas probabilidades tiene un veterano capitán de pilotos de un Boeing 747 de morir ahogado en una letrina, como las tiene un también veterano limpiador de letrina, de morir estrellado en la cabina y al mando de un Boeing 747 en vuelo.
Como queda suficientemente sustentado, tanto para los expertos como para los no expertos y salvo prueba encontrario: Policía no es soldado.
No comments:
Post a Comment